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«Tesoros de la Fe» Nº 155 > Tema “Santos de la Nobleza”

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Santa Isabel de Hungría

Patrona de la Orden Franciscana Seglar

Modelo de resignación en las mayores probaciones, su vida fue un continuo sufrimiento y un portento de caridad

Plinio María Solimeo

ISABEL NACIÓ EN Presburgo (actual Bratislava, capital de Eslovaquia), el día 7 de julio de 1207. Era hija de Andrés II, rey de Hungría, ilustre por su piedad y justicia, y de Gertrudis, hija del duque de la Carintia, de la familia de los condes de Andechs-Merania. Por el lado materno Isabel era sobrina de Santa Eduviges, duquesa de Silesia y de Polonia, y por su hermano Béla IV —gran rey santo que sucedió a su padre en el trono— fue tía de Santa Cunegunda, que conservó la virginidad en su matrimonio con Boleslao V, rey de Polonia, y de Santa Margarita de Hungría, que se santificó en el claustro.

El segundo hermano de Isabel, Colomán, fue rey de Galitzia y príncipe de Rusia, habiendo guardado continencia perpetua con la bienaventurada Salomé de Polonia, su esposa.1 Por fin, Santa Isabel de la Hungría fue tía abuela de otra gran santa —homónima suya, reina de Portugal— y prima segunda de Santa Inés de Praga. Fue un privilegio de la Edad Media la gloria de poseer tantos santos en los más altos escalones de la sociedad.

Dice uno de sus biógrafos que Isabel "aún no tenía tres años y ya daba señales inequívocas de precoz santidad. Su corazón y su espíritu se abrieron a las verdades de la fe al mismo tiempo que a los sentimientos de caridad".2

Mortificación en el esplendor de la corte de Turingia

En 1211, el landgrave3 Herman I, duque de la Turingia, príncipe de Hesse y de Sajonia y conde palatino, pidió al rey de Hungría a la pequeña Isabel en matrimonio para su hijo Luis. En consecuencia, siguiendo las costumbres de la época, la niña fue enviada a Alemania, a fin de ser educada con el futuro esposo.

"La corte de Turingia era en este período famosa por su magnificencia. Su centro era el imponente castillo de Wartburg, espléndidamente situado sobre un monte en la floresta turíngica, cerca de Eisenach, donde el landgrave Herman vivía rodeado de poetas y menestriles, de quienes era generoso mecenas. No obstante la turbulencia y la vida puramente secular de la corte y la pompa del ambiente, la pequeña creció como una niña muy religiosa, con evidente inclinación por la oración, las prácticas piadosas y pequeños actos de mortificación".4

A medida que crecía, se iban acentuando en Isabel las inclinaciones piadosas. No raramente abandonaba los juguetes en que se entretenía con otras niñas nobles, para con ellas visitar la capilla o hacer alguna oración. También gustaba de llevarlas al cementerio, donde les decía: "Acordaos de que un día nos veremos reducidas a polvo y a nada; estas personas que yacen aquí han tenido vida como nosotras y ahora están muertas como nosotras lo estaremos también. Arrodillaos, pues, y decid conmigo: 'Por vuestra Pasión y Muerte y por los dolores de vuestra queridísima Madre María, librad, Señor, de las penas a esas pobres almas; y, por vuestras Llagas Sacratísimas, salvadnos a nosotras'".5

La niña tenía apenas nueve años, en 1216, cuando murió el landgrave Herman, que había sido para ella un verdadero padre. Como su futuro esposo era aún muy joven para gobernar, la regencia pasó para la madre de éste, la duquesa Sofía. Ésta veía con desagrado los crecientes actos de piedad de su futura nuera.

Todos en la corte juzgaban excesiva la piedad de la joven princesa, menos su futuro esposo. Y, por eso, hacían de todo para desviar su amor por ella. Cierto día, Luis dijo a sus cortesanos: "¿Veis esa montaña de enfrente? Pues aunque me dierais una cantidad de oro mayor que esa gigantesca mole, no consentiría jamás en apartarme del cariño de Isabel" .

Ejemplo de pareja perfecta noble y cristiana

Isabel, de niña, hilando

La boda de los dos príncipes fue finalmente celebrada en el castillo de Wartburg, el año 1220. Luis tenía entonces veinte años de edad e Isabel casi catorce. Había una afinidad de alma muy grande entre esposo y esposa. Luis apreciaba la virtud de Isabel, y ella la rectitud y piedad del marido. "A un valor legendario en los torneos y en los combates, unía una inocencia inverosímil en un caballero rodeado de todos los prestigios del poder, del lujo y de los peligrosos azares de una vida agitada".6 Por eso el matrimonio fue muy feliz.

Es muy conocido el milagro de las rosas, que todas las biografías de Santa Isabel cuentan, y que también ocurrió con Santa Isabel de Portugal. A pesar que Luis era muy comprensivo con sus actos de caridad, una vez Santa Isabel se vio en apuros. Había terminado de colocar en su manto una buena cantidad de carne, huevos y otros alimentos, y se dirigía a la ciudad a fin de entregarlos a los pobres. En ese instante se encontró con su marido, que venía de una cacería. Al verla inclinada bajo el peso de la carga, le preguntó de qué se trataba. Mirando al cielo, ella abrió el manto y en él estaban bellísimas rosas encarnadas y blancas, a despecho de estar en pleno inverno. Luis, percibiendo el milagro, tranquilizó a su esposa y guardó consigo una de las rosas del milagro.

Incentiva al esposo a partir a la Cruzada

Sin embargo, ese feliz matrimonio duró poco, pues, acudiendo a la voz del Sumo Pontífice, que el año 1227 convocó una quinta cruzada para reconquistar el Santo Sepulcro, Luis, como verdadero príncipe cristiano, se alistó para acompañar al emperador Federico II. A pesar de su aflicción, le dijo Isabel: "No permita Dios que te quedes a mi lado contra su adorable voluntad, antes bien que Él te conceda la gracia de hacer siempre y en todo su adorable beneplácito".7

El valiente príncipe murió a causa de la peste en Otranto, Italia, antes de llegar a Jerusalén. A pesar de no haber sido canonizado por la Iglesia, la voz del pueblo alemán lo llama santo, así como a su hija Gertrudis.

Después de un movimiento de violento dolor Isabel se dominó y, sumisa, aceptó la voluntad de Dios.

Se manifiesta el odio contra Santa Isabel

Comenzó entonces para ella lo que podríamos llamar "su pasión". Su cuñado —que debía ser el regente, a causa de la minoridad de su hijo— le ordenó salir del castillo, llevando solamente a sus hijos. Isabel apenas murmuró: "Todo me lo han quitado, pero aún tengo a Dios".

Santa Isabel tuvo tres hijos: Herman, nacido en 1222; Sofía, en 1224, y Gertrudis, en 1227, todos aún muy pequeños, teniendo la última apenas dos meses de edad. Ellos acompañaron a su madre en la desgracia.

En la ciudad de Eisenach, que había sido palco constante de sus incontables actos de caridad, no la quisieron recibir, por miedo de descontentar al regente. Por caridad, ella encontró finalmente abrigo en un establo.

Fue entonces cuando una tía de Isabel —Matilde, abadesa de un monasterio benedictino en Wurzburg— vino en su socorro, dirigiéndola después a su tío Eckbert, obispo de Bamberg.

Ingresa en la Orden Tercera franciscana

El milagro de las rosas

Algún tiempo después, regresaron los caballeros que habían acompañado al Duque de Turingia a la cruzada, trayendo su cuerpo. Enfrentando con valentía a los hermanos de éste, ellos los censuraron por la crueldad practicada contra la viuda de su hermano y sus sobrinos. No resistiendo a las palabras de los caballeros, los príncipes pidieron perdón a Santa Isabel y le restituyeron sus bienes y propiedades. Gracias a ello, su hijo fue declarado heredero, bajo la tutela del tío.

En un Viernes Santo de 1228, fue recibida en la Tercera Orden de San Francisco, en el convento de Eisenach, juntamente con dos de sus damas que no habían querido separarse de ella. Fueron entonces de las primeras terciarias franciscanas en Alemania. Sus dos hijas fueron llevadas a un convento para ser educadas, conforme la costumbre del tiempo, donde después una de ellas profesó. La otra se casó con el duque de Brabante.

Santa Isabel tenía como confesor al P. Conrado de Marburgo, más tarde inquisidor papal. Muy austero para consigo y para con los otros, privó a Isabel de las damas que la habían acompañado, y puso en su lugar a mujeres rudas y severas, a las cuales la santa debía obedecer.

Santa Isabel falleció la noche del 19 de noviembre de 1231, con apenas 24 años de edad, siendo canonizada en 1235, tal era la fama de su santidad. En ese año fue exhumado su cuerpo, que estaba perfectamente incorrupto y exhalaba un agradable perfume. Él fue trasladado a la magnífica iglesia gótica que los habitantes de Marburgo construyeron en su honor. Su tumba atraía a tantos peregrinos, que llegó a rivalizar con Santiago de Compostela. Su festividad es celebrada el día 17 de noviembre.

Durante el siglo XVI, la Revolución hacía sentir su hálito diabólico: el 18 de mayo de 1539, el landgrave Felipe de Hesse, descendiente en línea directa de Santa Isabel, hizo celebrar el culto protestante por primera vez en la propia iglesia donde estaban sus restos mortales. Después desapareció con la urna que contenía sus huesos.

Sin embargo, en 1548, habiendo sido hecho prisionero por el emperador Carlos V, el felón fue obligado a restituir a la iglesia de Santa Isabel sus reliquias, algunas de las cuales ya se habían esparcido por Europa.

Pero eso no es todo. Después del protestantismo, Turingia cayó, al final de la Segunda Guerra Mundial, bajo el yugo del comunismo. Finalmente, en 1990, con la reunificación de Alemania, una vez más quedó libre, pero gran parte de su población permaneció atea, como los dirigentes sin Dios que la esclavizaron durante cerca de medio siglo.     

Notas.
1. LES PETITS BOLLANDISTES, Sainte Elisabeth de Hongrie, Vies des Saintes, Bloud et Barral, París, 1882, t. XIII, p. 500.
2. EDELVIVES, Santa Isabel de Hungría, El santo de cada día, Editorial Luis Vives, Zaragoza, 1949, p. 191.
3. DICCIONARIO LAROUSSE: Título de honor de algunos príncipes soberanos alemanes, que administraban justicia en nombre del emperador germánico.
4. MICHAEL BIHL, St. Elizabeth of Hungary, The Catholic Encyclopedia, CD Rom edition.
5. EDELVIVES, op. cit. p. 192.
6. FRAY JUSTO PÉREZ DE URBEL O.S.B., Santa Isabel de Hungría, Año Cristiano, Ediciones Fax, Madrid, 1945, t. IV, p. 375.
7. EDELVIVES, op. cit. p. 197.



  




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