Todo sobre Fátima
Tesoros de la Fe Donaciones Tienda
Tienda
¿El coronavirus es un castigo divino? La pandemia y los grandes horizontes de Fátima Mons. Athanasius Schneider: Nos gloriamos en las tribulaciones Cardenal Raymond Leo Burke: Mensaje sobre el combate contra el coronavirus Un remedio eficaz contra la amnesia religiosa Misión diplomática en Londres Regreso a la caligrafía para no perjudicar la educación La Virgen del Apocalipsis y los ángeles arcabuceros del Cusco El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz Milagros Eucarísticos Origen, significado y eficacia del Santo Rosario Descubierta la más antigua plegaria compuesta en honor a la Virgen La Santa Sede reconoce las virtudes heroicas de la hermana Lucía La masacre de la familia imperial rusa La peregrinación, camino de la Tierra al Cielo
El Milagro de la Santa Casa de Loreto
×
El Milagro de la Santa Casa de Loreto
×

Devoción al Corazón Inmaculado de María




En el secreto de la aparición de julio, Nuestra Señora había dicho:

— Vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados.

El mensaje de Fátima no estaba, pues, definitivamente concluido con el ciclo de las apariciones de Cova da Iría en 1917.

El día 10 de diciembre de 1925, la Santísima Virgen, teniendo a su lado al Niño Jesús sobre una nube luminosa, se le apareció a la Hna. Lucía en su celda, en la Casa de las Doroteas, en Pontevedra. Poniéndole una de las manos en el hombro, le mostró un corazón rodeado de espinas, que tenía en la otra mano. El Niño Jesús, señalándolo, exhortó a la vidente con las siguientes palabras: Ten pena del Corazón de tu Santísima Madre, que está rodeado con las espinas que los hombres ingratos constantemente le clavan, sin haber quien haga un acto de reparación para quitárselas.

La Santísima Virgen añadió: Mira, hija mía, mi Corazón rodeado de espinas que los hombres ingratos, a cada momento, me clavan con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, haz algo por consolarme y di que a todos aquellos que durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la sagrada comunión, recen el rosario y me acompañen quince minutos meditando sus misterios con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirlos en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para su salvación.

El día 15 de febrero de 1926, el Niño Jesús vuelve a aparecerse a la Hna. Lucía, en Pontevedra, preguntándole si ya había divulgado la devoción a su Santísima Madre. La vidente le cuenta las dificultades presentadas por su confesor, y le explica que la superiora estaba dispuesta a propagarla, pero que aquel sacerdote había dicho que la madre nada podía por sí sola. Jesús respondió: — Es verdad que tu superiora sola nada puede, pero con mi gracia lo puede todo.

La Hna. Lucía expuso, entonces, la dificultad que tenían algunas personas de confesarse el sábado, y pidió que fuese válida la confesión dentro de los ocho días. Jesús respondió: — Sí, puede ser, y hasta de más días, con tal de que cuando me reciban estén en gracia y tengan la intención de desagraviar al Inmaculado Corazón de María. La Hna. Lucía preguntó también: — Jesús mío, ¿y los que se olviden de poner esta intención? A lo que Jesús respondió: — Pueden ponerla en la confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que tuvieren para confesarse.

En la vigilia del 29 al 30 de mayo de 1930, Nuestro Señor, hablando interiormente a la Hna. Lucía, resolvió también otra dificultad: — Será igualmente aceptable la práctica de esta devoción el domingo siguiente al primer sábado, cuando mis sacerdotes, por justos motivos, así lo determinen.     



(Texto tomado del libro Fátima: ¿Mensaje de Tragedia o de Esperanza?, pp. 88-91)