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«Tesoros de la Fe» Nº 138

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Una nueva pieza teatral blasfema: “El Testamento de María”

Luis Sergio Solimeo

 

Una mujer de mente estrecha, vulgar, egoísta e incluso idólatra: así es como el autor irlandés Colm Tóibín presenta a la Santísima Virgen María en su novela (que ahora debuta en las tablas) titulada El Testamento de María.1 Su pieza teatral blasfema está siendo puesta en escena en un teatro de Broadway, Nueva York.

El Testamento de María es la última de una ola de blasfemias que se han venido sumando durante años. Cabe destacar que, además de ser escrita por un homosexual declarado, la representación en el Teatro Walter Kerr está siendo realizada y dirigida por dos conocidas lesbianas, la actriz irlandesa Fiona Shaw y Deborah Warner.2

Distorsionando la sagrada imagen de María

No obstante ser un ex-seminarista católico, el escritor irlandés da rienda suelta a su imaginación al expresar su desprecio por el Evangelio, la tradición cristiana y María Santísima.

 
 

Célebre imagen de la Virgen de la Esperanza Macarena de Sevilla, s. XVII, atribuida al taller del escultor sevillano Pedro Roldán

Su objetivo al tergiversar la verdad parece estar bien resumido en la solapa del libro: “Una hazaña de la imaginación de Tóibín […] nuestra imagen de María se transformará para siempre”.3

La obra es un monólogo en el que la actriz recita el llamado “testamento de María”, y, aunque utiliza un lenguaje “suave”, proclama las más descabelladas aberraciones contra la fe católica.

Con un acto interior de reparación, presentamos a continuación algunos ejemplos de estas aberraciones, para que nuestros lectores puedan evaluar qué tan lejos la impiedad puede llegar…

Contrariamente a lo que afirma la tradición cristiana, Tóibín sugiere que María no fue filialmente cuidada por San Juan Evangelista en Éfeso, sino que fue “mantenida” allí por dos extorsionadores que la presionaron para prestar falsos testimonios que ellos podrían usar para redactar los Evangelios. Entre otras cosas, se la instó a afirmar la divinidad de Jesucristo, pero ella se negó, ya que “no está de acuerdo que su hijo es el Hijo de Dios”.4

María es presentada como una escéptica que no siguió a su propio Hijo: “Yo no soy una de sus seguidores”.5 Y que considera a sus discípulos, “un grupo de inadaptados”. Ninguno de ellos “era normal”.6

Para Tóibín, la Madre de Dios era en secreto una pagana idólatra de Artemisa, la diosa de la caza (el equivalente griego de la diosa romana Diana): “Compré en uno de los plateros una pequeña estatua de la diosa que me levantó el ánimo”.7

La Redención “No valió la pena”

En las bodas de Caná, el escritor irlandés quiere hacernos creer que María no le pidió a su Hijo que haga un milagro, y que ella no creía en la maravillosa transformación del agua en vino. Mientras todo el mundo se regocijó con el milagro “Yo no lo festejé”.8

A la hora de la crucifixión —continúa Tóibín— huyó: “Era por mi propia seguridad, pensé, era para protegerme”.9 Ella no cobijó a su Hijo en sus brazos cuando fue bajado de la Cruz, ni averiguó cómo fue sepultado.10

Cuando los discípulos dijeron que el Evangelio iba a cambiar el mundo, esta falsa María desdeñosamente bromea: “¿El mundo?”, les pregunté. “¿Todo eso?”.11

Y cuando afirman que su hijo “era el Hijo de Dios” y que “fue enviado por su Padre para redimir al mundo”, la María de Tóibín se “encoleriza contra ellos”, y les responde: “Voy a decir que no valió la pena. No valió la pena”.12

Rechazando a Cristo, adorando a una diosa

La novela termina con la Santísima Virgen invocando idolátricamente a la diosa pagana Artemisa: “Yo hablo con ella susurrando, la gran diosa Artemisa… le digo cuánto deseo dormir en la tierra seca, convertirme en polvo en paz con mis ojos cerrados en un lugar cercano donde hay árboles”.13

La Madre de Nuestro Señor Jesucristo, ¡una pagana! Evidentemente, en su perversidad, la blasfemia no respeta límites. Ningún católico puede permanecer indiferente ante estas ofensas.

Una injusticia contra nuestros benefactores

Uno de los actos más chocantes que una persona puede hacer es desafiar, ridiculizar o calumniar a su padre o a su madre. Pues la justicia más elemental nos manda honrar y manifestar gratitud y respeto por aquellos que nos dieron la vida, nos apoyaron y guiaron cuando éramos débiles e indefensos.

Actuar en sentido contrario, es mostrar un endurecimiento del corazón y un espíritu de rebelión que subvierte la naturaleza de los sentimientos y el orden de las cosas. En resumen, es un pecado, un pecado grave.

La piedad filial está inscrita en la naturaleza humana por la ley natural y es un derecho sancionado por la Ley Divina en el cuarto mandamiento.

Es por ello que incluso aquellos que son propensos a excusar las faltas ajenas se indignan con la violencia moral o física perpetrada contra sus padres. Desde la antigüedad, los parricidas y matricidas recibieron un castigo especialmente ejemplar.

Gravedad del pecado de blasfemia

Ahora bien, si el deshonrar a nuestros padres terrenos es tan seria y gravemente injusto, ¿qué decir de aquellos que se vuelven contra el mismo Creador, a quien deben su existencia aún más que a sus padres?

Si todo pecado muestra desprecio por la ley de Dios (un desprecio que es más o menos pronunciado en función de la gravedad del asunto y de la intención de la persona), cuando llega hasta la blasfemia el desprecio es manifestado no contra la ley, sino contra el mismo Dios. Se manifiesta directamente, cuando se vilipendia su Santo Nombre o por acciones. Se manifiesta indirectamente, cuando se dirige a sus santos, la religión y las cosas sagradas.

La blasfemia es considerado el más grave de los pecados, porque contrarresta directamente el fin del hombre, que es amar a Dios.14

Gravedad de blasfemar contra Nuestra Señora

Nuestra Señora es llamada Madre nuestra en las Letanías Lauretanas, pues ella es la Medianera Universal con su Divino Hijo. Una segunda razón es porque ella es la Madre del Redentor, que nos dio la vida de la gracia.

Por lo tanto, la ofensa a nuestra Madre en el orden sobrenatural es especialmente grave e injusta, y la Santísima Trinidad es particularmente ofendida cuando se blasfema contra María.

Blasfemia herética

La gravedad del pecado de la blasfemia es mayor cuando enuncia una herejía, negando las verdades reveladas por Dios y enseñadas por el Magisterio de la Iglesia.

Al negar la divinidad de Cristo, su resurrección, y la veracidad de los Evangelios, El Testamento de María no sólo es blasfemo sino herético. Presenta una caricatura de la Santísima Virgen y niega implícitamente todos los dogmas que la Iglesia ha definido a su respecto.

En vista de lo anterior, El Testamento de María merece el más vehemente e indignado repudio de los fieles, y por ello invocamos a los fieles católicos y a todas las personas temerosas de Dios a rechazarla —legal y pacíficamente— ofreciendo sus oraciones y una sincera reparación por esta ofensa contra Dios Todopoderoso, María Santísima y la Iglesia Católica. 

 

Notas.-

1. Colm Tóibín, The Testament of Mary, Scribner, Nueva York, 2012. Todas las citas del presente artículo provienen de esta edición de la novela. Traducción libre.
2. Cf. http://www.tfp.org/current-campaigns/anti-blasphemy/a-new-blasphemous-play-the-testament-of-mary.html
3. Tóibín, solapa del libro.
4. Ibid.
5. Ibid., 44.
6. Ibid., 6.
7. Ibid., 10.
8. Ibid., 38.
9. Ibid., 65.
10. Cf. Ibid., 79.
11. Ibid., 77.
12. Ibid., 80.
13. Ibid.
14. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II, qq. 13-14.



  




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+ . Anteriormente Fiesta de Nuestra Señora Reina. En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor...(Lucas 1:39-46) La celebración de la fiesta es iniciativa de San Buenaventura, franciscano, en 1263. El Papa Urbano VI (reinó de 1378-1389), la extendió a toda la Iglesia, pidiendo el fin del cisma que sufría la Iglesia.

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