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«Tesoros de la Fe» Nº 132 > Tema “Confesores de la Fe”

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San Nicolás de Bari

El gentil y bondadoso santo de los regalos navideños



Famoso por sus limosnas y socorro al pueblo cristiano; en diversos países se convirtió en el santo que realza las fiestas de Navidad

Plinio María Solimeo

 

En la vida de San Nicolás de Bari, o de Mira, es difícil saber lo que es realidad y lo que es leyenda. Pues este santo del siglo IV fue uno de los más venerados en Oriente, antes de serlo en Occidente. Las leyendas que cuentan maravillas a su respecto se difundieron por todo el mundo.

Nicolás nació hacia el año 270 en Pátara, opulenta capital de Licia (en la actual Turquía), de padres nobles, ricos y piadosos. Recibió una refinada educación religiosa y cívica. En el colegio, evitaba la compañía de los muchachos perniciosos, entablando amistad sólo con los buenos y virtuosos. Al crecer, evitaba los espectáculos peligrosos y domaba su cuerpo con vigilias, cilicios y ayunos. Cuando sus padres fallecieron, Nicolás heredó una gran riqueza; pero se consideró apenas administrador de aquellos bienes, cuyos reales señores se volvieron los pobres y los necesitados.

Socorro a la pobreza vergonzante

Fue entonces que ocurrió un hecho que todos sus biógrafos narran y pintan tan bien. Un noble caído en la indigencia, no teniendo cómo casar a sus tres hijas jóvenes y ni siquiera mantenerlas, tuvo el satánico propósito de prostituirlas para que se ganaran la vida. Nicolás supo del hecho y quedó horrorizado. Tomando entonces una bolsa con monedas de oro, las tiró por la ventana de la casa del infame, dándole así lo suficiente para casar a la hija mayor. Al día siguiente hizo lo mismo, para posibilitar el matrimonio de la segunda hija. El beneficiado quedó entonces al acecho, para ver quien era su anónimo bienhechor. Y cuando Nicolás, al tercer día, tiró otra bolsa para la dote de la tercera hija, el noble se lanzó a sus pies, mostrándose arrepentido y agradeciéndole por aquel beneficio. Nicolás le pidió, confuso, no hacer público el hecho. Pero en vano, pues al día siguiente toda la ciudad comentaba aquel gran acto de caridad.

Nicolás buscaba, de ese modo, remediar con suma caridad a todos los necesitados. Socorría así a los enfermos y a los miserables, libertaba esclavos y procuraba atender a todos los que sufrían por alguna causa.

Habiendo fallecido el arzobispo de Mira, los prelados de la provincia y el clero elevaban fervorosas súplicas al cielo, pidiendo luces para encontrar un digno sucesor. Como no llegaban a un acuerdo sobre a quién escoger, combinaron entonces, por inspiración de lo alto, elegir obispo al primer cristiano que entrase en la iglesia al día siguiente.

Ahora bien, Nicolás se había mudado de Pátara a Mira, a fin de vivir más ignorado por todos. Y no bien llegó, pensó en visitar la iglesia local. Así, bien al amanecer franqueó el umbral del templo, ignorando en absoluto lo que se había acordado. Así fue cogido y aclamado obispo. Aunque se resistiera, fue necesario ceder a la voluntad de Dios.

Basílica de San Nicolás, en Bari, Italia

Elevación al episcopado: lucha contra los vicios

Nicolás había hasta entonces vivido de modo ejemplar. Pero se dio cuenta de que la elevada dignidad de la que había sido revestido exigía mayor virtud aún. Y se dijo a sí mismo: “Nicolás, esta dignidad requiere otra vida. Hasta hoy viviste para ti. Ahora has de vivir para los demás. Si quieres que tu palabra persuada a la grey que Dios te confió, tienes que dar eficacia a tus exhortaciones con el ejemplo de una vida perfecta”.1 A partir de entonces pasaba parte de la noche en oración, comía una sola vez al día, absteniéndose de carne y vino, dormía sobre una manta tosca y consagraba una parte del tiempo a la oración y la otra parte a la administración de la diócesis.

“Su solicitud pastoral se extendió generalmente a todas las necesidades de su pueblo. Cuidaba de los pobres, de los enfermos, de los prisioneros, de las viudas y de los huérfanos. Cuando no podía asistirlos personalmente, ordenaba que fueran visitados y asistidos por personas piadosas, a quien encargaba tales cuidados. Su principal aplicación era la de conocer las necesidades espirituales de sus fieles y de levarles los remedios eficaces. […] Predicaba contra todos los vicios, y lo hacía con una elocuencia divina que lo hacía victorioso sobre todos los corazones”.2

Salvando a los marineros de un naufragio

En un año de gran carestía en Licia, Nicolás supo que algunos barcos venidos de Alejandría, en Egipto, con un gran cargamento de trigo, se refugiaron en un puerto cerca de Mira. El santo se apresuró en ir hasta ellos, suplicando a los armadores que proporcionaran parte de su mercadería para remediar la extrema necesidad de los fieles. Ellos se rehusaron, alegando que todo el cargamento pertenecía al Estado y se destinaba a Constantinopla. El obispo les pidió entonces que cada barco proporcionara apenas cierta medida de trigo, que él retribuiría todo perjuicio al administrador del tesoro público en Constantinopla. Por fin los armadores consintieron, y después se hicieron a la vela con dirección al Bósforo. Cuando llegaron a su destino, fueron a medir el trigo en sus barcos y vieron que había la misma cantidad de granos que al partir de Alejandría. Los marineros narraron entonces, por todas partes, el prodigio operado por el santo obispo.

San Nicolás acompañado por su escudero Pikkie

En otra ocasión, un navío fue sorprendido por una terrible tormenta en alta mar. Sus tripulantes rogaron a Dios que, por los méritos de su siervo Nicolás, los librase del peligro. En ese mismo momento el santo obispo se les apareció diciendo: “Aquí estoy para ayudaros. Tened confianza en Dios, de quien soy su siervo”. Y, tomando el timón, dirigió la nave en medio del borrascoso mar hasta el puerto de Mira, y desapareció. Los marineros fueron entonces a la iglesia para agradecer tan gran favor. Y vieron al santo en medio de su clero. Se lanzaron entonces a sus pies, atestiguando su reconocimiento. Confuso ante aquella calurosa manifestación, San Nicolás les dijo: “Dad a Dios, hijos míos, la gloria de este suceso. En cuanto a mí, no soy sino un pecador y un siervo inútil. Él es quien hace las grandes maravillas”.

San Nicolás fue encarcelado durante la persecución de Diocleciano, siendo liberado después, con la ascensión del emperador Constantino.

Se narra también que Nicolás se apareció en sueños a este emperador, increpándolo por haber condenado injustamente a muerte a tres de sus comisarios. Al despertarse, el emperador llamó a sus secretarios para certificarse de lo ocurrido. Y suspendió la sentencia contra aquellos inocentes.

Narra la leyenda que, en una época de mucha hambre, un carnicero atrajo a tres niños a su casa, los mató y puso sus cuerpos en un barril, queriendo vender la carne como de cerdo. Al visitar San Nicolás la región en busca de alimentos para su pueblo, conoció el horrible crimen del carnicero y, con sus oraciones, resucitó a los tres niños.3 Esta leyenda corrió por el mundo y permaneció, por ejemplo, en una sencilla canción infantil que los niños franceses cantaban hasta hace poco.

Un biógrafo del santo, el archimandrita (superior de un monasterio de la Iglesia Oriental) Miguel, narra así su muerte: “Habiendo regido la Iglesia metropolitana de Mira y embalsamado al país con el perfume de una santísima vida sacerdotal, cambió esta vida perecedera por el reposo eterno” alrededor del año 341.4

Sus reliquias se conservan en la iglesia de San Nicolás, en Bari. Y hasta hoy una sustancia oleosa —conocida como Maná de San Nicolás, altamente apreciada por sus poderes medicinales— emana de ellas.5

Devoción al santo en Oriente y en Occidente

En el imperio bizantino, San Nicolás de Mira era venerado como uno de los más poderosos auxiliares del pueblo cristiano. En el siglo VI, el emperador Justiniano I construyó en Constantinopla una basílica en su honra. San Juan Crisóstomo lo colocó en su liturgia con la bella invocación: “Canon de la fe, imagen de la mansedumbre, maestro de la continencia, llegaste a la región de la verdad; por la humildad conseguiste lo más sublime; por la pobreza, lo más opulento. Padre Nicolás, sé nuestro legado para con Cristo Dios, para que consigamos la salud de nuestras almas”.6

Muerte y gloria de San Nicolás de Bari, Fra Angélico, s. XV – Pinacoteca Vaticana

Su culto llegó a Italia en 1087, cuando mercaderes italianos robaron sus reliquias y las llevaran hacia Bari. De ahí su culto llegó a Alemania durante el reinado de Otón II (955-983). En ese tiempo, el obispo Reginaldo de Eichstaedt (+ 991) escribió su vida, que se volvió muy popular. San Nicolás se convirtió también en el patrono de varios países de Europa, como Grecia, Rusia (es patrono de Moscú), el Reino de Nápoles, Sicilia, Lorena, y también de varias ciudades de Italia, Alemania, Austria, Bélgica, Holanda y Suiza.

En Holanda él es conocido como Sinterklaas. Lo representan montado en un caballo blanco, con la mitra sobre la cabeza y empuñando un báculo dorado. Según una leyenda, él cabalga sobre los tejados acompañado de su escudero Pikkie, un terrible moro que mete en un saco a los niños malos. San Nicolás visita las casas, preguntando: “¿Hay aquí algún niño malo?” Todos responden: “No, Sinterklaas, aquí todos somos buenos”. “¿Todos?” — pregunta el obispo. “Sí, Sinterklaas”. Entonces el santo distribuye bombones a los niños. Cuando alguno de ellos no se portó bien durante el año, en vez de un bombón, el santo le da un pedazo de carbón. Lo mismo ocurre al sur de Alemania, país donde está habiendo una sana reacción contra la intromisión de Papá Noel en las fiestas navideñas y un resurgir de la tradición de Sinterklaas, llena de encanto, inocencia y auténtico espíritu católico.

Embestida anticatólica contra San Nicolás

El personaje de ficción Papá Noel es un producto publicitario, que desde los Estados Unidos se ha propagado a muchos otros países, como parte de una embestida anticatólica para sustituir la bella tradición de San Nicolás. Su difusión lamentablemente ha coincidido con una decadencia del espíritu religioso de la Navidad, sustituido por otro espíritu, comercial, materialista y en el fondo neopagano.

Sin embargo, actualmente está surgiendo en algunas zonas de Alemania un saludable movimiento popular para hacer que San Nicolás recupere su tradicional lugar en las fiestas navideñas, desechando así al usurpador Papá Noel, a fin de que la benéfica y secular influencia católica del santo obispo de Mira vuelva a ejercerse con todo su encanto sobrenatural en las conmemoraciones del nacimiento del Divino Infante. 

 

Notas.-

1. Edelvives, El santo de cada día, Editorial Luis Vives, Zaragoza, 1949, t. VI, p. 365.
2. Les Petits Bollandistes, Vies des Saints, Bloud et Barral, Libraires-Éditeurs, París, 1882, vol. XIV, p. 87.
3. Cf. http://en.wikipedia.org/wiki/Saint_Nicholas#cite_ref-6.
4. Edelvives, op. cit. p. 369.
5. Cf. Michael T. Ott, Saint Nicholas of Myra, The Catholic Encyclopedia, CD Rom edition.
6. Fray Justo Pérez de Urbel  O.S.B., Año Cristiano, Ediciones Fax, Madrid, 1945, t. IV, p. 483.



  




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