El Perú necesita de Fátima No temáis soy el Ángel de la Paz. Rezad conmigo Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.
CampañasTienda VirtualTesoros de la FeDonaciones



«Tesoros de la Fe» Nº 89 > Tema “Objeciones más frecuentes”

La Palabra del Sacerdote  [+]  Versión Imprimible
AbcAbcAbc

¿Cuál es la relación entre fe y razón?


PREGUNTA

Al terminar de leer el tema ¿Por qué estudiar la Religión?, me detuve en la siguiente frase: “El acto de fe en las verdades religiosas debe estar fundado en la razón. Por consiguiente, es preciso que la razón nos prepare para aceptar las verdades de la fe, mediante los motivos de credibilidad”.

La dificultad que encuentro está en la prioridad de las palabras: fe, verdad y razón. La certeza de que nuestra fe es correcta y justa invariablemente nos llevará a conocer la verdad, y siendo poseedores de la verdad llegaremos a la razón con más certeza. Me gusta estudiar la Religión, no estoy cuestionando el asunto, estoy solamente colocando mi punto de vista. Creo que monseñor Villac, que escribe en esta revista, y de quien soy admirador, puede comentar este punto de vista.



RESPUESTA

El tema a que se refiere el lector fue publicado en la sección Lectura Espiritual, edición de marzo de esta revista, y fue extraída de la versión en castellano del original francés del libro del padre A. Hillaire, “La Religión Demostrada” (Editorial Difusión, Buenos Aires, 8ª ed., 1956, pp. 21-22). La obra fue editada en Argentina con la debida aprobación eclesiástica y, además, con el encomio de varios obispos y teólogos franceses y argentinos.

Como se ve, se trata de una obra calificada, de donde se puede desde luego inferir que el autor es firme y seguro del punto de vista doctrinario. Así, Tesoros de la Fe procedió con criterio al extraer de ella textos para la formación religiosa de sus lectores.

Esto no impide que alguna frase suelta en el libro pueda requerir una aclaración. Es lo que se nos pide.

El ángel soluciona la prueba de fe de San Agustín

Fe y razón: ¿cuál viene antes?

El lector está en lo correcto al afirmar que la fe tiene precedencia sobre la razón, y que la fe ilumina la razón. No obstante, una vez iluminada por la fe, la razón a su vez ilumina las verdades de la fe, mostrando que ellas: a) son intrínsecamente coherentes; b) están de acuerdo con los principios de la razón. De ese modo, es como un inferior que recibe bienes del superior y retribuye prestando vasallaje al superior.

Utilicemos como metáfora el rombo, figura geométrica que Santo Tomás consideraba perfecta: en el rombo, los lados se abren a partir de un vértice, hasta alcanzar una abertura máxima, en la diagonal, y a partir de ahí confluyen hacia el vértice opuesto; esto puede ser tomado como símbolo de la causa que produce un efecto y, después, del efecto que —como es digno y justo— se vuelve para reconocer la superioridad de la causa.

Análogamente, si imaginamos que las verdades de la fe se sitúan a lo largo de la diagonal del rombo, ellas son iluminadas, de un lado, por las luces que proceden de la fe, en uno de los vértices; y, de otro lado, por las luces que parten de la razón, situada en el vértice opuesto. Así, cada uno de los vértices —el de la fe y el de la razón— ilumina, a su modo, las verdades de la fe.

No obstante, la prioridad cabe a la fe, lo que en nada disminuye la dignidad de la razón, la cual desempeña, en este proceso, un papel relevante e indispensable.

Con esta metáfora, el lector ya puede entrever que su observación es procedente —la prioridad de la fe sobre la razón—, lo que no impide que sea correcta también la frase que él cuestiona, en el trecho que cita del P. Hillaire. Éste muestra la importancia de la razón para comprender la racionabilidad de las verdades de la fe.

Conviene profundizar esta importante temática, que suscitó complejas y acaloradas polémicas teológicas a lo largo de los siglos de Historia de la Iglesia.

La fe es un don gratuito de Dios

En esa temática, la pregunta que primordialmente se pone es si el hombre puede alcanzar por su propio esfuerzo la fe. Como recuerda Santo Tomás (Suma Teológica I-II, q. 114, a. 5, ad 1), el propio San Agustín se equivocó durante algún tiempo al respecto, pensando que estaba en poder del hombre adquirir por sí mismo la fe. Pero luego rechazó tal opinión, que él impugna en el célebre libro de las Retractaciones (L. 1, c. 23), en que señala y reconoce los errores intelectuales y morales que cometió en su vida. Magnífico ejemplo de humildad, rectitud de alma y grandeza de espíritu, que cada uno de nosotros debe imitar.

Queda asentado, pues, que la fe es un don gratuito de Dios. Pero Él la ofrece a todos los hombres, sin excepción. Lo que sucede es que muchos la rechazan, cerrando para ella su mente y su corazón. Y por eso son culpables de su propia condenación. No obstante, los que la aceptan no son movidos a ello por la convicción de la razón, sino por la moción del Espíritu Santo en sus almas.

A tal propósito, dice Santo Tomás: “Para asentir a las verdades de fe, el hombre es elevado sobre su propia naturaleza, y por eso es necesario que haya en él un principio sobrenatural que le mueva desde dentro, y ese principio es Dios. Por lo tanto, la fe, para prestar ese asentimiento, que es su acto principal, proviene de Dios, que desde dentro mueve al hombre por la gracia” (Suma Teológica II-II, q. 6, a.1, c).

Nótese que Santo Tomás da el motivo por el cual el hombre no puede realizar por sí mismo el acto de fe: él no tiene estatura suficiente para tanto, y precisa ser elevado por encima de su naturaleza. Aunque dotado de inteligencia y voluntad —que competen a su naturaleza racional— éstas no le bastan para dar asentimiento a las verdades de la fe; él precisa ser movido interiormente por un principio sobrenatural, que es el propio Dios.

Entonces cabe preguntar si la inteligencia (razón) desempeña algún papel en el acto de fe.

François-Marie Arouet, llamado Voltaire (1694-1778), el iluminista que intentó negar en vano la adecuación entre fe y razón

La razón debe estar al servicio de la fe

Santo Tomás nos esclarece a este respecto, diciendo: “La doctrina sagrada hace uso también de la razón humana; y no para probar cosas de fe, eso sería suprimir el mérito de la fe, sino para demostrar algunas otras cosas que se tratan en la doctrina sagrada. Como quiera que la gracia no suprime la naturaleza, sino que la perfecciona, es necesario que la razón natural esté al servicio de la fe, de la misma forma que la tendencia natural de la voluntad se somete a la caridad” (Suma Teológica I, q. 1, a. 8, ad 2).

El papel de la razón es, por lo tanto, de esclarecer las verdades de la fe, mostrando cómo ellas guardan coherencia interna y en nada se oponen a los datos de las ciencias naturales y filosóficas, como fue recordado más arriba. Son estos esclarecimientos de la razón lo que se convino llamar preámbulos de la fe, es decir, los fundamentos racionales de la nuestra fe.

Por eso el P. Hillaire añade, inmediatamente después de la frase mencionada por el lector: “La apologética es la ciencia que establece con certeza los fundamentos o preámbulos de la fe, demostrando lo racional, legítimo e indispensable que es creer”.

No son preámbulos en el sentido de que, antes de adquirirlos, no se alcanzó la fe, sino en el sentido de que constituyen los fundamentos racionales de la fe, o demostraciones de que las verdades de la fe no son contrarias a la razón, no colisionan con la razón, al contrario de lo que dicen los Voltaires de todas las épocas. Son preámbulos, por lo tanto, en el sentido de que remueven las dificultades e incomprensiones que podrían constituir obstáculos al acto de fe.

Este papel de la razón es muy importante, principalmente en nuestros días, en que se presencia una monumental embestida de los ateos y agnósticos contra la fe, acusándola de ser irracional.

Por eso decía San Pedro (citación que el P. Hillaire hace también, inmediatamente antes de la frase que causó dificultades al lector): “Estad siempre prontos para responder a aquellos que os pidan razón de vuestras esperanzas” (1 Pe. 3, 15).

Por lo tanto, ambos tienen razón: el lector y el P. Hillaire. Alabemos a Dios, que “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2, 4); por la fe, y también por la razón iluminada por la fe.     





  




Artículos relacionados

¿Cuál fue el verdadero motivo por el que Lutero se rebeló?
¿Qué sucede con el alma de los que nacieron con deficiencias mentales?
¿Por qué la Iglesia no enjuicia a los grupos anticristianos?
La audacia de San Luis Grignion de Montfort
¿Cómo descendió Jesús al limbo de los justos?
¿Con el progreso de la ciencia, las cuestiones religiosas quedarían atrás?
¿Los católicos somos idólatras y dueños de la verdad?
El nombre de Jesucristo y la previsión de la muerte de San Pedro
La devoción a la Santísima Virgen
Más sobre el matrimonio (I)







Informe de sus aportes a la Alianza de Fátima ¿Necesita que alguien rece por usted? Advocaciones marianas en el Perú Suscríbase a nuestro boletín


COVID-19
¿El coronavirus es un castigo divino?
La pandemia y los grandes horizontes de Fátima
Mons. Athanasius Schneider: Nos gloriamos en las tribulaciones
Remedio seguro contra la “coronafobia”
Cardenal Raymond Leo Burke: Mensaje sobre el combate contra el coronavirus



Peregrinando
La Revolución de la Sorbona: París, Mayo de 1968
Después de la Crucifixión, el triunfo de nuestro Redentor
Nuestra Señora de la Buena Guardia
Fiesta de la Purificación de María Santísima
El galeón sumergido: símbolo de la esperanza
Loreto, la nueva Nazaret
El Milagro del Sol
San Nuno de Santa María
En la lucha contra el jefe del orgullo sigamos al Príncipe San Miguel
La sagrada Rosa de la Ciudad de los Reyes
La devoción al Inmaculado Corazón de María
El Jardín de Picpus
La gracia de Fátima actuando en Ucrania
Nuestra Señora de la Cabeza Inclinada
La crucifixión y muerte de Jesucristo
Confianza en María Inmaculada aun cuando todo parezca perdido
En este siglo de confusión, oh Madre del Buen Consejo, ruega por nosotros
Navidad
Fátima y el comunismo: dos profecías irreconciliables
150 años de la Comuna de París
San Juan Masías
Rosa de Santa María
Iglesia y Estado: ¿unión o separación?
Remedio eficaz contra los males contemporáneos
Las glorias de María
Santo Toribio de Mogrovejo
La Sagrada Túnica de Nuestro Divino Redentor
Santa Bernadette Soubirous
Corrupción en la sociedad: ¿Existe una solución?
Fiesta de gloria y de paz
Intransigencia de los Santos: irreductible fidelidad a su misión
Cristiandad
El ángel de la guarda, nuestro verdadero amigo
La Asunción de María Santísima
¡Vade retro Satanás!
El Santísimo Sacramento de la Eucaristía
La Madonna de Monte Bérico
Remedio seguro contra la “coronafobia”
El Hijo de Dios condenado por el más arbitrario de los procesos
Santa Jacinta de Fátima: Centenario de su fallecimiento (1920-2020)
La actitud católica frente a la muerte y la concepción materialista
¿Cómo rezar bien el rosario en honor a la Virgen María?
Grandezas y glorias de San José
Presencia diabólica en el mundo de hoy
Los rostros de la Virgen en el Perú
La Visita a los Monumentos - Jueves Santo
Un remedio eficaz contra la amnesia religiosa
Santidad: la verdadera gloria de Francisco y Jacinta



 



Tesoros de la Fe


Nº 257 / Mayo de 2023

París, Mayo de 1968
La Revolución de la Sorbona

Barrio Latino de París, en la mañana del 11 de mayo de 1968, después de los violentos disturbios de la víspera



Solicite aquí la visita de la Virgen Peregrina de Fátima




Santoral

29 de mayo

San Maximino, Obispo y Confesor

+349, d.C. Tréveris. Dejó el país natal atraído por la fama de las virtudes de San Agricio, Obispo de Tréveris, de quien se tornó discípulo. Con la muerte de éste, fue elevado a aquella Sede, donde se notabilizó por la intrépida defensa de la ortodoxia (= verdadera doctrina) y al acoger a San Atanasio, entonces exiliado.








Ayude a difundir el mensaje de Fátima
Alianza de Fátima | Donaciones | Solicite visita de la Virgen | Tienda Virtual

Campaña promovida por la Asociación Santo Tomás de Aquino
Tomás Ramsey 957, Magdalena del Mar - Lima - Perú
..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... .....