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«Tesoros de la Fe» Nº 223

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Bendita sea tu Pureza

“Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A Ti, celestial Princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco en este día alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía”.

Pablo Luis Fandiño

¡Quién no ha oído en más de una ocasión esta tierna plegaria a la Santísima Virgen! ¡Cuántas veces en nuestra vida hemos recurrido a la Madre de Dios por medio de esta simple oración!

¿Recuerda usted cuándo fue la primera vez que la escuchó? ¿Cuándo fue, querido lector, que sus labios la balbucearon por vez primera?

“Pocas oraciones a la Virgen han tenido tanta fuerza en la devoción popular como ¡Bendita sea tu pureza! Después del Ave María que recoge el elogio de Dios por las palabras del Ángel y de su prima Isabel, esta oración es reflejo del elogio sincero, piadoso y humilde de quienes reconocen con admiración la belleza del alma de María”,1 dice con razón Mons. Amadeo Rodríguez, obispo de Jaén en Andalucía.

Pero ¿qué se sabe sobre el origen de esta oración? ¿En qué época, en qué circunstancias, en qué lugar y quién la compuso?

Como sucede con muchas otras plegarias, las respuestas se pierden en la noche de los siglos y surgen sobre ellas mil controversias.

Un jesuita inglés, el padre Herbert Thurston (1856-1939), escribió “El origen de las oraciones”, una obra erudita que recomiendo a todos, en la cual corre parte del velo del misterio sobre las principales oraciones del cristiano, desde la Señal de la Cruz, pasando por el Anima Christi, hasta el Gloria Patri. Desafortunadamente, Bendita sea tu pureza no se encuentra en su relación. Esto quizá se deba a que fue escrita originalmente en español y su área geográfica de expansión no llegó hasta las islas británicas.

Una característica inconfundible de esta décima, es que destila el aroma de una profunda devoción a la Virgen Inmaculada. También, que su autor, sin la menor duda, tenía alma de poeta.

Al intentar desatar esta madeja, todos los caminos nos han conducido al siglo de oro español y a una antigua recoleta de franciscanos descalzos en San Miguel de Priego, pintoresca localidad en la serranía de Cuenca, a un par de horas de Madrid.

El primitivo convento se fundó en honor del arcángel San Miguel, en virtud de una promesa hecha a Dios Nuestro Señor por el entonces conde de Priego, don Fernando Carrillo de Mendoza y Villarreal, mayordomo mayor de don Juan de Austria, en el sentido de que tanto él como sus dos hijos sobrevivieran en la batalla de Lepanto (1571). En memoria y agradecimiento por la victoria contra los turcos otomanos, fue apostillado “de las Victorias”.

Cubren los muros interiores del convento, pluma de frailes que allí habitaron, décimas de la mejor factura dedicadas a la Madre de Dios que todavía hoy se pueden leer:

Quisiera, Virgen María,

Madre mía muy amada,

Tener el alma abrasada

En vuestro amor noche y día.

¡Oh, dulce Señora mía!

¡Quién tuviera tal fervor

Que aventajara en ardor

A los serafines todos,

Amándoos de cuantos modos

Inventó el más puro amor!

“Entre las décimas ya desaparecidas, y debida como la transcrita posiblemente al padre franciscano fray Antonio Panés, allá por la centuria del mil seiscientos, con destino a servir de peana a una imagen de la Virgen, estuvo aquella que aprendimos cuando niños y que comienza así: Bendita sea tu pureza… que ha dado la vuelta al mundo tantas veces, como hito importante de las devociones marianas.

Aquí debieron vivir horas de oración, de trabajo intenso y de ayunos, centenares de monjes de la Orden de Asís, sabios, santos y mártires que luego marcharon a misión por tierras de América.2

El conceptuado Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia, en la nota referente a fray Antonio Panés, señala lo siguiente: “En 1640, en el Convento de San Miguel de Priego (Cuenca), donde se encontraba de morador, puso y colocó al pie de la imagen de la Inmaculada la célebre y popular décima Bendita sea tu pureza, que en el siglo XIX propagó en el pueblo cristiano Antonio María Claret”.3

Efectivamente, el infatigable prelado y religioso español difundió esta oración primero como misionero apostólico en Cataluña y en las islas Canarias, luego como arzobispo de Santiago de Cuba y finalmente como confesor de la reina Isabel II. Pero, indudablemente, su mayor alcance lo obtuvo a través de sus dos fundaciones: la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María y las Religiosas de María Inmaculada.

Termino esta nota, con mayores datos biográficos del padre Antonio Panés tomados de la Enciclopedia Franciscana: “Fue un religioso de extraordinaria cultura y virtud, que ilustró la piedad cristiana de mediados del siglo XVII. Nació en Granada el año 1621. Bien joven ingresó en el convento de los franciscanos descalzos de San Juan de la Ribera, de Valencia. Cursó los estudios eclesiásticos en las universidades de Salamanca y Alcalá.

“Escribió dos obras místicas en las que nos trasmite, a la vez que las enseñanzas de los grandes maestros del espíritu, sus propias experiencias: Escala espiritual, en prosa y Estímulo de Amor Divino, en verso.

“Los últimos años de su vida transcurrieron en el convento de Monte-Sión de Torrent (Valencia) donde falleció en olor de santidad el 17 de febrero de 1676”.

San Miguel de las Victorias estuvo habitado durante dos siglos por franciscanos descalzos

 

Comentarios del Obispo de Jaén a esta oración

Mons. Amadeo Rodríguez Magro

Bendita… Empezar así es una buena entrada para llegar al corazón de María. Ese piropo es muy propio de los que aman a su Hijo; lo utiliza la mujer espontánea del Evangelio. Con ella, todos nosotros consideramos bendita a su Madre, le reconocemos como la bienaventurada. Es natural que lo hagamos así, porque la Santísima Virgen es quien mejor refleja, después del Hijo, las bienaventuranzas. Se dice que estas son el autorretrato de Jesús; pues bien, también retratan a la perfección a María. Es muy acertado y natural saludarla como “bendita”.

Sea tu pureza y eternamente lo sea…

Con estas palabras entramos en el alma de María con admiración y, quizás también, con nostalgia por lo que nos falte y le falte a nuestro mundo. Alabamos la pureza de su corazón mirado desde la eternidad enamorada de Dios. Vemos en Ella a la “llena de gracia” desde su Concepción Inmaculada, también en la Encarnación, en su maternal cuidado de Jesús, en la escucha atenta de su Evangelio y, junto a la cruz, la acogemos en su maternidad sobre la Iglesia. Con amor de hijos le decimos como el arcángel Gabriel: “has encontrado gracia ante el Señor”. La veneramos desde la elección eterna de Dios, para ser instrumento de la llegada entre nosotros de la Salvación y la contemplamos en la eternidad, asunta al cielo en cuerpo y alma. Le agradecemos que todo le haya sucedido con su “sí” a la Palabra divina en favor nuestro. “Hágase en mí según tu Palabra”.

Pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza…

La mirada de Dios se muestra eternamente enamorada de María y hace cosas grandes para embellecerla. La vemos adornada con el amor con que Dios la contempla, y se recrea en ella con preciosos privilegios en previsión de los méritos de su Hijo. María guardó en su corazón lo que Dios hizo en ella, y se mostró humilde y agradecida. “Porque ha mirado la humildad de su esclava, el Poderoso ha hecho obras grandes en mí”.

A ti Celestial Princesa…

A “ti”, le decimos, dirigiéndonos a la Virgen con una profunda y filial confianza. Sin poder resistirlo, la piropeamos: “Celestial princesa”. Con una gran admiración la asociamos a la familia del Rey: es hija de Dios Padre, madre de Dios Hijo y esposa del Espíritu Santo. Se nos ocurre llamarle princesa, del mismo modo que en otras ocasiones le llamamos reina. Es lo mismo, lo que importa es que sabemos que pertenece a la familia más íntima de Dios y que por su alma corre la “sangre” divina. Ella, la primera entre todos nosotros, ha sido divinizada por la encarnación del Hijo, que se hizo hombre para que el hombre se haga hijo de Dios.

Virgen Sagrada María…

Su seno es el sagrario bendito de Jesús, el Salvador; así como también lo es su corazón inmaculado, donde siempre nos encontraremos con el de su Hijo. El de María es un seno virginal para un parto virgen: “Virgen sagrada”. María es templo bendito de Dios, lugar de su presencia, portadora de amor, espacio sagrado en el que el Señor se muestra salvador. “María” es el nombre de la persona humana única e irrepetible. “María” es la mujer que “entre todas las mujeres”, en toda la familia humana, es elegida, es llamada y es preparada por los designios de Dios para una vida íntimamente asociada al misterio redentor de su Hijo.

Yo te ofrezco en este día, alma, vida y corazón…

Al rezar esta oración, estamos ante Ella frente a frente, corazón con corazón; porque solo desde lo que somos y tenemos en el corazón se ofrece. Hoy (cada vez que rezamos esta oración) estamos ante Ella. “A cada día le basta su afán”. En este día nos sentimos acogidos y amados por nuestra Madre, la Virgen María. Cada vez que rezo “bendita sea tu pureza” me pongo en sus manos y le ofrezco con humildad cuanto soy y cuanto tengo: “alma vida y corazón”; es decir, todo yo, toda mi vida, todas mis cosas, todos mis pensamientos y deseos, todo lo que he recibido de Dios.

Mírame con compasión…

La mirada de María es una señal de amor deferente: se fija en mí, me tiene en cuenta. Por eso le pedimos que sus ojos misericordiosos se paren ante nosotros; si se paran sus ojos, se para su corazón de Madre. Le pedimos, además, que su mirada sea compasiva, que se fije en lo que llevamos cada uno de nosotros en el corazón, que se detenga ante lo que nos duele y que, al conocer cómo y por qué padecemos, nos siga haciendo saber que está a nuestro lado y que también ella se duele con nosotros.

No me dejes, Madre mía…

La llamamos amparo, auxilio, remedio, refugio de pecadores. Nuestra Madre la Virgen siempre está cuando la necesitamos, jamás nos deja solos, siempre nos cobija bajo su manto. María nos lleva con Ella hasta donde está la gracia y la salvación: siempre nos pone ante su Hijo, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

1. http://diocesisdejaen.es/carta-del-obispo-bendita-sea-tu-pureza/.

2. https://santocristopriegocuenca.webnode.es/convento/.

3. http://dbe.rah.es/biografias/37514/antonio-panes.

4. http://www.franciscanos.org/enciclopedia/penciclopedia_p.htm.



  




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+349, d.C. Tréveris. Dejó el país natal atraído por la fama de las virtudes de San Agricio, Obispo de Tréveris, de quien se tornó discípulo. Con la muerte de éste, fue elevado a aquella Sede, donde se notabilizó por la intrépida defensa de la ortodoxia (= verdadera doctrina) y al acoger a San Atanasio, entonces exiliado.








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