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«Tesoros de la Fe» Nº 205

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Abuso de la Misericordia Divina

DICE SAN AGUSTÍN que de dos maneras engaña el demonio a los cristianos; a saber: desesperando y esperando. Después que el hombre ha cometido muchos pecados, el enemigo le incita a desconfiar de la misericordia de Dios, haciéndole ver el rigor de la justicia divina. Pero antes de pecar, le da ánimo para que no tema el castigo que merece el pecador, haciéndole ver la divina misericordia.

Por eso el santo aconseja, que después del pecado, confiemos en la misericordia; y antes de pecar, temamos la justicia divina. Porque el que abusa de la misericordia de Dios para ofenderle más, no merece que el Señor sea misericordioso con él. El Abulense escribe: quien ofende a la justicia, puede recurrir a la misericordia; mas el que ofende e irrita contra sí a la misericordia; ¿a quién recurrirá?

Cuando tú quieres pecar, ¿quién te promete la misericordia de Dios? Seguramente no te la promete Dios; te la promete, sí, el demonio, para que pierdas a Dios y te condenes. Por eso dice San Juan Crisóstomo: “Guárdate de jamás dar oídos a aquel perro que te promete la misericordia de Dios” (Hom. 50, ad Pob). Si en tu vida pasada has ofendido a Dios, oh pecador, espera y tiembla; si quieres dejar el pecado y lo detestas, espera, puesto que Dios promete el perdón a quien se arrepiente; pero si quieres seguir en tu mala vida, teme que el Señor no te espere más tiempo y te envíe a los infiernos.

¿Con que fin espera Dios al pecador? ¿Es acaso, para que siga injuriándole? No; Dios espera a los pecadores para que abandonen el pecado y pueda, de este modo, ser misericordioso con ellos, según aquellas palabras de Isaías (30, 18): “Por esto da largas el Señor, para poder usar de misericordia con vosotros”.

Pero cuando el Señor ve que el pecador se vale del tiempo que le concede para llorar las culpas cometidas, para aumentarlas todavía más, echa mano del castigo y le corta los pasos, haciéndole morir en pecado, para que muriendo deje por fin de ofenderle.

Y entonces llama a juzgarle, negándole el tiempo que le había concedido para hacer penitencia. “Ha aplazado contra mí el tiempo de la ruina”, dice Jeremías (Lam 1, 15). San Gregorio interpretando estas palabras, dice: Que el mismo tiempo que le concedió para hacer penitencia, vino a juzgarle; esto es, a servir de fiscal y acusador contra el mismo pecador.

 

San Alfonso María de Ligorio, Sermones Abreviados, Sermón XLI, Ed. Pons, Madrid-Barcelona, 1847, t. II, p. 44-45.



  




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Nº 257 / Mayo de 2023

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+ . Anteriormente Fiesta de Nuestra Señora Reina. En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor...(Lucas 1:39-46) La celebración de la fiesta es iniciativa de San Buenaventura, franciscano, en 1263. El Papa Urbano VI (reinó de 1378-1389), la extendió a toda la Iglesia, pidiendo el fin del cisma que sufría la Iglesia.

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