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«Tesoros de la Fe» Nº 181

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Nuestra Señora de Estocolmo

Contrariamente a lo que señalan los protestantes, los pueblos sienten una natural necesidad de protección maternal. Un vivo ejemplo de ello es la veneración a la patrona de la capital sueca.

Valdis Grinsteins

Muchas veces, en medio de una discusión con protestantes, estos lanzan una frase que es casi un estribillo: “Sólo Jesús salva”, como si fuera una doctrina que los católicos rechazáramos. Ellos consideran, erróneamente, que presentamos a la Santísima Virgen como si fuera un ser que le disputa el poder a su Divino Hijo, o como alguien que asume una posición contraria a la de Jesucristo en ciertas materias. Nada sin embargo está más lejos de la verdad. La Virgen María es, entre todas las criaturas, aquella cuya voluntad tiene la mayor consonancia con la de Nuestro Señor Jesucristo, una consonancia total. Nada hay que Dios desee, en lo que Ella no esté en perfecta y amorosa armonía. Por eso, presentarla como si tuviera una voluntad opuesta a la voluntad divina es, además de ignorancia, un grave error teológico. Y a partir de tal error, los protestantes llegan a otro: que a veces Ella pida algo contrario al deseo divino. Sería como una especie de reivindicación indebida.

Nuestra abogada junto a Dios

Tal posición resulta de un raciocinio simplificado: si solo Dios salva, nadie más que Él puede querer salvar. Y únicamente Él puede interceder válidamente para la salvación de cualquiera. Ahora bien, la verdad es más compleja. Sólo Jesús salva, ningún otro ser puede salvarnos. Pero eso no significa que Él no desee que otros intercedan por la salvación de esta o de aquella persona. Nuestro Señor es, al mismo tiempo, la misericordia infinita y la justicia infinita. Si su infinita justicia quiere castigar a alguien, eso no impide que su misericordia infinita desee encontrar un modo de salvar al pecador, sin violentar la justicia. Esta es la razón por la cual la Santísima Virgen intercede por los pecadores, asumiendo, por así decirlo, el papel de abogada, mientras que su Divino Hijo cumple el papel de justiciero, aunque Él sea la misericordia infinita.

No hay, por lo tanto, dos voluntades divergentes: la de Nuestra Señora, deseando lo opuesto de lo que anhela Nuestro Señor. Ella pide, porque Él quiere que así sea. Ambos desean exactamente lo mismo, si bien que nuestro Redentor lo desea todo en grado superior, pues es Dios.

Interior de la catedral de Estocolmo

Quien comprende esta problemática entiende la necesidad de la intercesión de la Santísima Virgen. No una necesidad absoluta, sino por voluntad de Dios. Claro está que podemos pedir las cosas directamente a Nuestro Señor, pero Él mismo desea que la Virgen Santísima desempeñe el papel de intercesora nuestra.

Todos los pueblos sienten esa necesidad de alma. Durante ciertas épocas, los pueblos pueden hasta cerrarse a ella. Pero las dificultades de la vida terminan forzando a los hombres a reconocer, de algún modo, su insuficiencia y la necesidad de ayuda.

La catedral de Estocolmo

En el siglo XVI, Suecia tuvo la desgracia de abandonar la religión católica, única verdadera. Peor aún, bajo algunos de sus gobernantes se transformó en un país líder del luteranismo. Sin embargo, posteriormente, el interés por la religión se enfrió en el pueblo sueco, siendo hoy Suecia uno de los países del mundo donde es menos practicada. Andando por las calles de Estocolmo, es común encontrar carteles invitando a este o aquel templo protestante, en cuyo recinto se va a realizar un concierto musical y durante el cual será pronunciado algún sermón… Lo cual se parece a ciertos mítines políticos: si usted soporta oír al candidato hasta el final, asistirá gratuitamente a un show musical.

En la capital sueca, durante la semana, es raro ver iglesias luteranas abiertas, incluso para quien tuviera un interés turístico en visitarlas. Los domingos, el flujo de personas que van a los templos luteranos no puede ser comparado ni de lejos con el de los católicos en las iglesias de Sudamérica. En la catedral católica de la ciudad, al contrario, se observa un entrar y salir normal de fieles, permaneciendo sus puertas abiertas todos los días. Se celebran misas en la mañana y por la tarde.

La catedral católica de Estocolmo, del punto de vista arquitectónico, presenta una combinación chocante. Su fachada es del siglo XIX, y por ella se ingresa a una iglesia digna, compuesta, elegante, con un ambiente típicamente católico. Pero el lugar donde se encontraba el altar mayor se convirtió ahora en paso o entrada hacia la nueva catedral, de líneas modernas con acentuado mal gusto. Abstrayéndose de la presencia del crucifijo, el edificio podría ser un teatro moderno, de tal forma su arquitectura se opone a la noción de sagrado.

El atrayente ícono de la Virgen

Cuando el altar mayor fue trasladado a la nueva posición, quedó un espacio para dos capillas. Y es justamente en la capilla lateral derecha donde se encuentra la imagen conocida como Nuestra Señora de Estocolmo.

Al visitar la catedral, yo pensaba encontrar tal vez una imagen que hubiera sido salvada del desastre de la apostasía. Pero encontré un ícono de estilo ruso —por lo tanto más cercano al arte bizantino y no al arte nórdico—, lo cual podría suscitar cierta confusión entre los fieles, aunque numerosos íconos sean venerados en muchas iglesias del mundo católico.

Altar de Nuestra Señora de Estocolmo

Esta imagen es la copia conocida más antigua del ícono de Nuestra Señora de Kazan. Es una reproducción pintada en el siglo XVII, lo que le confiere un gran valor. Fue adquirida en 1987 por el padre Johanes Koch, y rebautizada con el nombre de Nuestra Señora de Estocolmo.

Los fieles acostumbran ofrecer artísticos cirios para ser colocados junto al ícono. En la capilla, construida con buen gusto en estilo tradicional, se pueden notar en la parte superior cirios de diversas procedencias con frases en muchas lenguas.

Hoy en día, más del 20% de la población sueca está constituida por inmigrantes, y los católicos que asisten a las misas dominicales son notoriamente de los más diversos orígenes. Se ven no solo suecos, convertidos probablemente en épocas recientes, sino también africanos, sudamericanos, asiáticos y europeos del sur. Es impresionante cómo nadie se incomoda con esta diversidad de procedencias, pues todos sienten la necesidad de una imagen de la Madre de Dios ante la cual puedan rezar. Para un católico, nada más normal. Es muy reconfortante constatar que esa necesidad de la intercesión maternal de la Santísima Virgen, expresada en la veneración a una imagen suya, se ve así atendida. Y eso ayuda a los recién convertidos ––que podrían conservar algunos resabios de la frialdad protestante–– pues pueden observar cómo los católicos, de las más variadas naciones, acuden a rezar por intercesión de la Virgen María, delante de la pintura, con toda naturalidad.

Desencanto con el socialismo

La propaganda revolucionaria mundial elogió durante mucho tiempo a Suecia, presentándola como un país moderno, igualitario, socialista, rico, el “estado del bienestar” por excelencia. No obstante, últimamente casi no se habla más de ello. Y se comprende que las trompetas de la prensa revolucionaria hayan silenciado tales loas, pues en Suecia ocurrió un desencanto con ciertos espejismos y mentiras que estaban en boga. Los socialistas fueron rechazados en las urnas, debido a su política de impuestos y de seguridad social igualitaria, que estaba hundiendo al país. En un reciente referéndum triunfó el sentido común nórdico, siendo rechazado el cambio de la sólida moneda sueca por el incierto euro, la moneda de la Unión Europea.

Pidamos a Nuestra Señora de Estocolmo que favorezca aquellos saludables movimientos de alma y que florezca de nuevo una ardiente devoción a la Virgen Santísima, en la tierra de la gran santa Brígida.

 



  




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+1431 Ruán (Francia). Suscitada por Dios para librar a Francia del yugo inglés, esta virgen guerrera fue después traicionada y quemada como hechicera, bajo las órdenes del Obispo Cauchon. Rehabilitada por Calixto III en 1456, tuvo la heroicidad de virtudes reconocida el 13 de diciembre de 1908, siendo beatificada por San Pío X en 1909 y canonizada por Benedicto XV em 1920. Heroína nacional de Francia, inspiró numerosas obras artísticas y literarias.

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