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«Tesoros de la Fe» Nº 161 > Tema “Fundadores”

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Santa Magdalena Sofía Barat

Descubrir y manifestar el Corazón de Cristo


Fundadora de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús dedicada a la educación de niñas y jóvenes tanto de clases acomodadas como de las menos favorecidas

Plinio Maria Solimeo

MAGDALENA SOFÍA BARAT nació en Joigny, provincia de Borgoña, Francia, el día 13 de diciembre de 1779. Al producirse un incendio en su casa, su madre le dio a luz prematuramente. Débil y enfermiza, Sofía fue inmediatamente bautizada a la mañana siguiente. No habiendo tiempo para llamar a quienes deberían ser sus padrinos, su hermano Luis, entonces de 11 años y una señora que había ido temprano a la Misa, actuaron como tales.

Su padre, Jacques Barat, poseía una viña y fabricaba toneles, motivo por el cual la familia vivía dignamente.

Pese a su frágil constitución, Sofía era muy precoz y poseía una gran fuerza de voluntad. Ya a los cinco años de edad consagraba a Dios su virginidad. Creciendo en edad, le gustaba coser y tejer; era además entusiasta de la música, y frecuentemente ayudaba a su padre en la viña.

Bajo el terror en la Revolución Francesa

Siendo una persona muy bien dotada, su hermano Luis, se hizo profesor en el colegio local y viendo en su hermana-ahijada grandes cualidades de alma e inteligencia, le enseño latín, griego, historia, ciencias naturales, matemáticas y las lenguas española e italiana. De tal manera que Sofía, a los 15 años llegó a traducir correctamente a Homero, Virgilio y las obras de los Santos Padres teniendo un bagaje cultural poco común para las personas de su tiempo. Muy pronto sentirá gusto por la lectura de los clásicos a los que leía en su idioma original. Además, Luis le hacía prestar a su hermana los mismos exámenes que tomaba a sus alumnos, a los cuales ella frecuentemente sobrepujaba en sus notas.

Sin embargo, aquellos fueron tiempos terribles para la nación francesa. Había estallado la impía y atea Revolución, la cual comenzaba a perseguir a la Iglesia. Sofía tenía entonces apenas 10 años de edad. En 1791, su hermano que se había hecho seminarista, fue intimado a prestar juramento a la Constitución Civil del Clero. Luis inicialmente prestó el juramento, pero sabiendo después que el Papa había condenado la Constitución, abjuró. Fue entonces hecho prisionero. Pero, no tuvo como tantos otros la gracia de dar la vida por la fe; fue liberado en 1795, tras la muerte de Robespierre y el fin de la época del Terror.

Luis fue entonces a París para recibir en secreto la ordenación sacerdotal, llevando consigo a Sofía a fin de completar su formación.

Fundación de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús

El Papa Gregorio XVI aprueba las Constituciones en 1843

Luis se juntó a un grupo de fervorosos sacerdotes que no habían hecho el cismático juramento a la Constitución. Estos presbíteros se unieron en una Sociedad de Padres de la Fe, con la esperanza de ver restaurada la Compañía de Jesús. Se entregaban a la vida de piedad y a la educación de los niños que habían crecido sin religión durante el vendaval revolucionario.

El ideal de Sofía era ser religiosa carmelita. Pero como el Carmelo había sido suprimido en 1790 por la Revolución Francesa, no le quedaba sino emigrar al extranjero para poder seguir su vocación.

Sin embargo, Luis la presentó al sacerdote Joseph Varin, a quien una señora de la nobleza le había pedido fundar una congregación femenina para la educación de las jóvenes. Esa congregación se consagraría a la adoración al Sagrado Corazón de Jesús, debiendo rezar y sacrificarse por la Santa Iglesia en aquellos tiempos tan conturbados. Debería también dedicarse a la educación de las jóvenes, así como los jesuitas lo hacían con los muchachos. El clérigo discernió en Sofía las cualidades para esa fundación.

La interesada, que tenía solamente 21 años, respondió al sacerdote simplemente: "lo pensaré". El P. Varin retrucó con énfasis: "No hay nada que pensar. Una vez que se conoce la voluntad de Dios, sólo queda obedecer". El tono inspirado del sacerdote acabó con todas las dudas de Sofía, que no pensó más en ser carmelita.

Damas de la Fe o de la Instrucción Cristiana

Así, el día 21 de noviembre de 1800, con Sofía y tres compañeras, se fundó la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús. Con todo, como el culto al Sagrado Corazón de Jesús había sido prohibido por la impía Revolución, las religiosas comenzaron a ser conocidas como las Damas de la Fe o de la Instrucción Cristiana.

Desde entonces Magdalena Sofía se ofreció en holocausto al Sagrado Corazón de Jesús. Sobre eso, ella decía: "Vivir sin padecer, es vivir sin amar; y vivir sin amar es morir".

Poco a poco, otras jóvenes se fueron juntando a las primeras y en septiembre de 1801 se fundó el primer convento y el primer colegio para las jóvenes en Amiens. Al año siguiente fue abierta en la misma ciudad una escuela para pobres, pues la Hermana Barat deseaba alcanzar tanto las clases acomodadas cuanto velar por las menos favorecidas.

En 1802, a pesar de ser la religiosa más joven, con apenas 23 años, la Hermana Barat fue elegida superiora del colegio, por ser su alma, cargo que conservó hasta el final de su vida. Su primer acto de gobierno fue arrodillarse y besar los pies de cada religiosa.

En las dificultades del gobierno, la santa acostumbraba decir. "Cuando todo nos abandona, abandonemos todo en las manos de Dios".

Dificultades para la expansión de su Obra

En 1804 la Madre Barat fue a Grenoble a fin de recibir en su Instituto a una comunidad de ex religiosas visitandinas dispersadas por la Revolución. Una de ellas se postró a sus pies y los besó. Era la Madre Filipina Duchesne, alma de genio apostólico que sería el brazo derecho de la fundadora, cuya obra llevaría a los Estados Unidos, donde fallecería más tarde en olor de santidad.

La obra de Santa Magdalena Sofía comenzó a expandirse; en poco más de 50 años se extendió por Italia, Suiza, Bélgica, Argelia, Inglaterra, Irlanda, España, Holanda, Alemania, Chile, Austria y Polonia.

El cuerpo de Santa Magdalena Sofía se conserva hasta el día de hoy

En 1806 la Madre Barat fue elegida Superiora General, pero apenas con la mayoría simple de los votos. Eso se debió a la influencia de un ambicioso sacerdote, capellán de Amiens, cuyas intrigas casi hicieron naufragar al naciente Instituto. Bajo su maléfica influencia, algunas hermanas después se volverían reacias en aceptar las Constituciones aprobadas por el Papa. "Oración prolongada, sufrimiento en silencio, tacto, respeto, caridad, fueron los únicos medios que la Madre Barat opuso a los designios de ese sacerdote" 1. No sabemos qué fue de él, pues su nombre no pasó a la historia. Lo que sabemos es que Santa Sofía consiguió superar esa crisis y su obra continuó.

"Voluntad indomable y corazón de madre"

Auxiliada por el P. Varin, que se hiciera jesuita tras la restauración de la Compañía en 1814, la Madre Barat escribió las Constituciones de su congregación, inspirándose en la de los hijos de San Ignacio. Estas las sometió primero a la aprobación de sus hijas y después al Pontífice León XII, que las aprobó.

"El talento varonil y el saber poco común en su sexo, la voluntad indomable y el corazón de madre, todo esto fortalecido por las más austeras y profundas virtudes cristianas, le granjearon fama en todas las clases sociales. Hablaba con nobles y príncipes, sabios, obispos y cardenales" 2.

Para consolidar su obra, la Madre Barat tuvo que cruzar innumerables veces Francia, Italia y Suiza, algunas de ellas en vísperas de revoluciones. Mantenía un asiduo contacto con sus hijas por medio de constantes correspondencias.

Debido a la rápida expansión de su obra, en 1820 reunió a las superioras de todas las casas del Sagrado Corazón de Jesús a fin de establecer un programa uniforme de estudio. Las hermanas deberían sobre todo velar para que las jóvenes formadas por ellas fuesen consagradas al Sagrado Corazón de Jesús y a la Iglesia, y tuviesen una formación cultural que les permitiese vivir en sociedad, fuesen ellas de clase acomodada o de bajos recursos.

"A lo largo de sus 65 años como superiora general, Sofía y su Sociedad sobrevivieron al régimen de Napoleón y vieron a Francia sufrir más de dos revoluciones" 3.

Gran devoción a la Santísima Virgen

Muy devota de la Santísima Virgen, Santa Magdalena Sofía fundó en Lyon una congregación de Hijas de María para las antiguas alumnas y otras damas de sociedad. En 1832, dio inicio en Turín a la obra de retiros espirituales para señoras, un apostolado que después fue imitado con éxito por otras congregaciones religiosas.

Claustro principal del Colegio Sophianum en Lima, fundado en 1909 por las Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús

La Madre Barat era requerida en todas partes, además de los cuidados que prodigaba a sus religiosas, diseminadas por casi todo el mundo. Dotada de una profunda humildad, atraía y encantaba a todos los que de ella se aproximaban.

Con todo, Santa Magdalena Sofía no era centralizadora. Como tenía un don extraordinario de escoger a las personas idóneas para cada función, les daba después mucha libertad de acción, guiándolas solamente por sus consejos, dados generalmente desde lejos. Dejaba el resto a la iniciativa de cada una. Esto contribuyó mucho al éxito de su obra.

Durante las convulsiones de la Revolución de 1830, que expulsó a los Borbones del trono de Francia, el noviciado de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús, con sede en Poitiers, fue cerrado. La Madre Barat fundó entonces uno nuevo en Suiza.

El 21 de mayo de 1865, estando en la casa de su congregación en París, Santa Magdalena Sofía dijo a sus hermanas: "Me apresuro en venir hoy, pues el miércoles vamos al cielo". Y fue lo que ocurrió: cuatro días después, el 25 de mayo, fiesta de la Ascensión, entregó su alma a Dios. Su cuerpo fue sepultado en el noviciado de Conflans y encontrado intacto 28 años después. 

Notas.-
1. ALICE POWER, Ven. Madeleine Sophie Barat, The Catholic Enciclopedia, CD Rom edition.
2. P. JOSÉ LEITE S.J., Santa Madalena Sofia Barat, Santos de cada día, Editorial A.O., Braga, 1987, t. II, p. 136.
3. Wikipedia en inglés, disponible en http://en.wikipedia.org/wiki/Madeleine_Sophie_Barat
4. Cf. JOHN DELANEY, Dictionary of Saints, Doubleday, Nueva York, 1980, p. 86.



  




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