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Una blasfemia inconcebible:
¡proteste ahora mismo!


Lima, 15 de octubre de 2008

 

Amigo lector/lectora:

 

El domingo, además de ser el día del Señor, es un día de descanso, un día de familia. Así creo que lo entendemos la mayoría de los peruanos. Sin embargo, el maligno y sus secuaces no descansan.

La noche del último domingo, recibí la llamada de un amigo. Me preguntó si había visto el artículo principal de la revista El Dominical, que publica el diario El Comercio. Le dije que no. Entonces, pasó a describirme lo inimaginable. Inmediatamente ingresé a la página web del propio diario para tomar conocimiento de la materia por entero (http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-10-12/intimidad-santos.html).

Al comienzo quedé estupefacto, después, indignado. Ante todo, indignado como católico, pero también indignado como peruano.

Al día siguiente, concurrí al rezo del santo rosario que tiene lugar los días 13 de cada mes en el local de la campaña de Fátima, como lo hacemos hace más de veinte años. Después del rosario conversamos con los presentes sobre lo ocurrido. La misma reacción: primero quedaron estupefactos, después en una indignación creciente.

Estoy seguro que su reacción, amigo lector/lectora, no va a ser diferente.

Se trata de la exposición “La migración de los santos”, de Cristina Planas, que se inaugura hoy en Vértice Galería de Arte (Ernesto Plascencia 350, San Isidro) y que pretende llegar hasta el día 8 de noviembre.

Las fotografías y el artículo lúdico de Carlo Trivelli, publicado en El Dominical, que se titula Esculturas religiosas en San Isidro - Intimidad de los santos, son más explícitas: “Planas ha creado cuatro imágenes (esculturas en resina, de tamaño natural) en las que nos ofrece su visión de nuestras cuatro imágenes más santas: las del Señor de los Milagros, Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres y Sarita Colonia”.

Además del carácter frívolo y grotesco de la muestra, salta la nota chocante y blasfema: ¡nuestros santos aparecen en ropa interior!

Santa Rosa de Lima, la primera flor de santidad en América, Patrona del Nuevo Continente y de las Filipinas, que sobresalió en esta vida por su pureza virginal, ¡aparece retratada prácticamente como una mujer perdida!

San Martín de Porres, el extraordinario santo de las cosas extraordinarias, quien se caracterizó por una humildad heroica y sublime, ¡aparece vilmente deshonrado y deformado!

Esto no es sólo una agresión contra nuestra religiosidad, es una completa distorsión de la realidad histórica, es un insulto a los peruanos más conocidos y venerados en el mundo entero, es una injuria a la nación peruana.

¡Sobre todo es una ofensa a Dios!

 

 

Inconcebible forma de “homenaje”, en este mes morado, a la figura majestuosa, hierática, solemne, sagrada del Señor de los Milagros. Que une a todos nuestros pueblos, a todas nuestras razas y que hasta en los no creyentes infunde un profundo respeto.

En lo alto de la Cruz, Nuestro Divino Salvador no sufrió sólo en razón de los ultrajes morales y físicos que le fueron infligidos por sus verdugos. Padeció también en la previsión de todos los pecados que se cometerían hasta la consumación de los tiempos. Entre ellos las múltiples blasfemias, que en este albor del siglo XXI, promueve la revolución cultural anticatólica.

Hace 91 años, la Santísima Virgen vino en Fátima a prevenirnos del abismo en que la sociedad despeñaría, si el mundo abandonaba la práctica de los Mandamientos: “No ofendan más a Dios Nuestro Señor”, fueron sus últimas palabras.

Y como remedio para esta inmensa crisis moral —mucho mayor, más vasta y más destructiva que las crisis financieras y políticas— la Madre de Dios nos pidió, por medio de los tres pastorcitos: oración, penitencia y enmienda de vida.

Recemos, pues, intensamente, para que las cosas cambien. Ofrezcamos a Dios nuestros pequeños sacrificios y hagamos actos de reparación por las ofensas que sufre: por esta ofensa específica de la que tratamos; no vaya a ser, que indignado por el estado público y privado de las cosas en el Perú, Jesucristo nos dé sus espaldas.

 

 

Pero eso no es suficiente.

Si la ofensa ha sido pública, la reparación tiene que serlo también. Y los corifeos y propagandistas de la revolución cultural y de las blasfemias en nuestro país, deben saber que su intolerancia impía no puede continuar.

“La blasfemia se opone directamente al segundo mandamiento”, enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (2148): “es contraria al respeto debido a Dios y a su santo nombre. Es de suyo un pecado grave”. “La prohibición de la blasfemia se extiende a las palabras contra la Iglesia de Cristo, los santos y las cosas sagradas”.

Hagamos, pues, oír también nuestras protestas, manifestar nuestra indignación, pero sin dar pretexto a los enemigos de la Religión: actuando siempre, como verdaderos hijos de Jesucristo y de su Madre Santísima, ordenada, legal y pacíficamente.

 

Le invito a unirse a esta cruzada de protesta y reparación:

 

1. Para que, mientras dure la exposición blasfema, ofrezca sus oraciones y sacrificios en reparación por tales ofensas al Señor de los Milagros y a nuestros grandes santos, San Martín y Santa Rosa.

2. Para que proteste con justa indignación enviando cartas o e-mails a los medios de comunicación y a la galería de arte, pidiendo la inmediata clausura de la exposición y las disculpas públicas del caso. Presionando el botón indicado abajo encontrará una carta de protesta a la galería y a los medios de comunicación a la cual puede adherirse.

3. Estar atentos y vigilantes ante cualquier falta de respeto a las cosas sagradas de manera que podamos impedir que hechos inconcebibles como éste vuelvan a producirse.

4. Rogar a la Santísima Virgen para que nos dé las fuerzas de alma necesarias para no permanecer indolentes frente a las más graves injurias contra Dios y nuestra santa Religión.

 

En Jesús y María,

El Director