Verdades Olvidadas La Iglesia no puede renunciar al deber de juzgar

Las materias más graves de la legislación, del comercio, de las finanzas, de la administración, de la diplomacia se tratan y se resuelven casi siempre sin que la Iglesia articule la menor observación… Pero querer que la Iglesia de Jesucristo renuncie al derecho y al deber de juzgar en última instancia de la moralidad de los actos de un agente moral cualquiera, particular o colectivo, padre, madre, magistrado, legislador, incluso rey o emperador, es querer que se niegue a sí misma, que abdique de su esencia, que desgarre su acta de nacimiento, y los títulos de su historia, en fin, que ultraje y mutile a Aquel cuyo lugar tiene sobre la tierra.

¿Se piensa en lo que significa el Estado sin control, los actos del príncipe o del pueblo soberano erigidos en actos-principios que escapan a la autoridad misma de la religión? Es la fuerza sustituida al derecho, la voluntad identificada con la razón, la política que retorna al paganismo y la infidelidad, el Cristo excomulgado de la sociedad humana, o por mejor decir, el Estado hecho Dios. Pues bien, para un ser creado, la deificación es infaliblemente la ruina y la muerte.

Finalmente, no se necesita reflexionar mucho para darse cuenta de que esta pretendida independencia de los soberanos, mortal a su poder y a veces a sus personas, no es menos fatal para los pueblos que gobiernan. Los pueblos aprenden a rebelarse contra esos guías independientes a los que están confiados; y que los príncipes digan qué es mejor para ellos: o el control de la Iglesia, poder sobrenatural, o el control de esa fuerza ciega, apasionada, inconsistente, que se llama la opinión y la fuerza popular.

Si el despotismo lleva a la rebelión, la rebelión lleva a la corrupción, de las costumbres y del espíritu. Y las naciones, bamboleadas por revoluciones sin fin, oscilan entre la anarquía con sus ruinas, y la dictadura con sus rigores y sus vergüenzas. Tales son los infaltables frutos que recogen los príncipes y los pueblos de su independencia absoluta respecto de la Iglesia.

 

Cardenal Luis Eduardo Pie (1815-80), Obras, t. IV, p. 244-252 in Alfredo Sáenz, El Cardenal Pie, Gladius, Buenos Aires, 2007, p. 205.

Palabras del Director Nº 220 – Abril de 2020 – Año XIX Vislumbrando en el Santo Sepulcro el arte gótico medieval
Vislumbrando en el Santo Sepulcro el arte gótico medieval
Palabras del Director Nº 220 – Abril de 2020 – Año XIX



Tesoros de la Fe N°220 abril 2020


Confianza en la Providencia Divina Remedio seguro contra la “coronafobia”
Refinamiento y dulzura de vivir Abril de 2020 – Año XIX La Iglesia no puede renunciar al deber de juzgar Vislumbrando en el Santo Sepulcro el arte gótico medieval Remedio seguro contra la “coronafobia” Santa Juliana de Cornillon Posesión y uso de armas nucleares, ¿qué dice la moral católica al respecto? La catedral de York



 Artículos relacionados
El patrimonio más valioso es la herencia espiritual Grande y misteriosa cosa es la herencia, es decir, el paso a lo largo de una estirpe, perpetuándose de generación en generación, de un rico conjunto de bienes materiales y espirituales...

Leer artículo

Los rostros de la Virgen en el Perú Las primeras advocaciones marianas que se difundieron en el Perú, fueron las que trajeron de su tierra natal los mismos evangelizadores, sean éstos capitanes, soldados o clérigos...

Leer artículo

Corrupción en la sociedad: ¿Existe una solución? ¿Es lícito financiar candidatos? En principio, ¿se puede censurar que un hombre rico, un empresario, gaste una suma importante para fomentar la elección de determinado político, defensor de ideas semejantes a las suyas?...

Leer artículo

Una propaganda que explota nostalgias del pasado, revela tendencias del futuro El marketing (no siempre muy veraz ni leal) para impulsar la venta de un producto, está obligado a impresionar a sus eventuales compradores...

Leer artículo

El Canto Gregoriano “¡Están sonriendo! ¡No es posible!”, exclamó Nerón, el tristemente célebre emperador romano del siglo primero de la era cristiana, al entrar en la arena para deleitarse con la vista de los restos dispersos en el suelo, aún calientes y ensangrentados, de las víctimas de un espectáculo más que acababa de promover...

Leer artículo





Promovido por la Asociación Santo Tomás de Aquino